Enrique Naveda
Plaza Pública nació en 2011 con una idea muy clara: evitaríamos tanto como fuera posible el periodismo declarativo y las opiniones de los expertos que interpretaban cada hecho que acontecía en el país. Esta sola decisión afectaba, naturalmente, el enfoque y las técnicas que el medio adoptaría y lo colocaba en tres sendas que a menudo se han visto como más excluyentes entre sí de lo que en realidad son: el periodismo de investigación o de profundidad, el periodismo narrativo y el periodismo de datos o de precisión.
Simplificando mucho, el primero tiene que ver sobre todo con los objetivos y el alcance, el segundo con la técnica del relato, y el tercero con la técnica de producción de la información.
Aunque después de tres años contamos con una sección de Mapas y Datos, un blog sobre seguridad y violencia, Panóptico, que tiene un marcado componente científico, y hemos logrado incorporar habitualmente visualizaciones a muchos de los reportajes que publicamos, profundizar en el área de datos es lo que más empeño y fe nos ha exigido.
Fe, por una sencilla razón: en general, los trabajos que responden a esta técnica obtienen en nuestro sitio web un número de visitas bastante menor que un reportaje, una crónica o una entrevista de otra índole. Insistimos en ello con cierto interés didáctico: en un país en el que las políticas públicas se suelen discutir sin evidencia científica y que muchos lectores, con aversión hacia los números o los métodos relativamente sofisticados de análisis, se distancian de ella, buscamos generar una familiaridad hacia todo ello que logre que de aquí a algunos años los ciudadanos comiencen a exigirle a medios de comunicación y a políticos información que permita sopesar los beneficios y los costos de sus decisiones. Estamos convencidos de que merece la pena. De ahí la fe.
Mantener el empeño, dada esta recepción, ha sido un compromiso constante y un logro todavía muy incipiente, porque ha implicado y sigue implicando una de las mayores inversiones de recursos: aprender técnicas de análisis de las ciencias sociales, de minería de datos y de data scraping; transformar los métodos de reporteo y cambiar los lugares de búsqueda de información; asumir nuevos plazos; encontrar un punto aceptable entre la sofisticación y la sencillez que nos permitiera demostrar o decir cosas que no habían sido demostradas o siquiera conocidas sin espantar a los lectores; definir el tono; desarrollar la tecnología necesaria para gestionar y procesar las bases de datos; conocer el software libre.
También, adquirir el equipo con la potencia necesaria para procesar, ordenar y convertir en visualizaciones grandes cantidades de datos. Y combatir la reticencia de muchos funcionarios a darnos información factual y consistente, así como sobrellevar que el Estado carezca de ella.
Pero no quiero negar que esta forma de aproximarnos al periodismo haya dado resultados. Al contrario, algunos de los hallazgos más relevantes de estos tres años han sido posibles gracias a historias que hemos trabajado a partir de grandes cantidades de datos y que procesamos mediante técnicas muy rigurosas que en algunos casos hasta hace poco desconocíamos.
Nos ha permitido, por ejemplo, mostrar cómo el Gobierno infla en un 400% los datos de creación de empleo, refutar discursos racistas con mucho arraigo en la sociedad, revelar que el programa de fertilizantes para campesinos en realidad les causa pérdidas, describir el absurdo de los cobros por la luz eléctrica, o demostrar el peso gigante que tiene en la forma en que votan los diputados su cercanía o lejanía con la cámara de empresarios, su pertenencia a un partido o a un distrito, o el hecho de ser mujer.
Al margen de estas investigaciones, hemos hecho pequeñas incursiones en el mundo de las aplicaciones de noticias, que nosotros llamamos herramientas interactivas. La primera, El Congreso en datos, es una herramienta que informa acerca del comportamiento de los diputados en el hemiciclo: muestra variables como su número de ausencias, cuándo vota a favor y cuándo en contra de un proyecto, a qué otros diputados se parece más en su manera de votar y de cuáles se diferencia más, qué bancada es la que más falta a las sesiones, etcétera. En breve tendremos que afinar esta herramienta, dado que cuando el Congreso fue consciente de algunas de las cosas que podíamos aprender con ella, desconfiguró primero el sistema de provisión de datos y después dejó de emplearlo.
La segunda es una Calculadora de impuestos. La publicamos tras una reciente reforma fiscal, y le permite al lector calcular lo que debe pagar de impuesto sobre la renta y también en el impuesto de circulación de vehículos.